domingo, 12 de febrero de 2006

Fiebre en las gradas

Ayer el Schalke 04 ganó en casa al Bayer Leverkusen por 7-4; 11 goles en un partido. Después de ver los goles, hay de todo, sobre todo defensas blandos, me vino a la cabeza los siete puntos para que un partido sea memorable del libro "Fiebre en las gradas", escrito por Nick Hornby y del que luego se hizo una película. Aquí van:

"Para que un partido sea real, verdaderamente memorable, es decir, ese tipo de partido después del cual vuelves a casa rebosando de satisfacción, es necesario que contenga tantos rasgos, de estos siete, como sea posible:
1)Goles: tantos como sea posible. Existe un argumento según el cual los goles empiezan a perder a peso en un triunfo especialmente fácil, pero esto nunca ha supuesto para mí el menor problema. Cuando el Arsenal ganó por 7-1 al Sheffield Wednesday, disfruté del último gol tanto como disfruté del primero. Si los goles han de caer de uno y otro bando, es mejor que el contrario marque primero: me gustan muy especialmente las victorias por 3-2 en casa, tras haber remontado un 0-2 adverso y sobre todo si ganamos en el último minuto.
2)Lamentables errores arbitrales: prefiero que el Arsenal sea la víctima y no el beneficiario de las cantadas arbitrales, al menos mientras no nos cuesten el partido. La indignación es un ingrediente crucial en la experiencia futbolística perfecta. No puedo estar de acuerdo con los comentaristas que defienden que el árbitro ha estado bien si ha conseguido pasar desapercibido (aunque tampoco me agrada, como a cualquier otro, que el árbitro pare el juego cada dos por tres). Prefiero que se haga notar, prefiero chillarle y sentirme engañado por sus decisiones.
3)Un público bullicioso: según mi experiencia,, el gentío suele ser sensacional cuando su equipo va perdiendo y sin embargo juega bien; he ahí una de las razones por las que remontar un 0-2 para acabar 3-2 es mi marcador preferido.
4)Lluvia, un campo embarrado, etc.: el fútbol en el mes de agosto, sobre una cancha perfecta, verde como una alfombra, resulta estéticamente más atractivo, aunque a mí me gusta que haya algo de caos resbaladizo en la boca de gol. Cuando el barro o el agua son excesivos, ni uno ni otro equipo puede jugar como sabe, pero ver a un jugador que resbala a unos metros cuando realiza una entrada al contrario, o cuando intenta llegar al remate de un balón cruzado, es algo insuperable. Y también se intensifican las pasiones cuando se ve el partido bajo la lluvia.
5)Que el rival falle un penalti: el portero del Arsenal, John Lukic, era el rey del penalti, y por eso he visto unos cuantos fallos del equipo contrario en la pena máxima. Mi preferido sigue siendo el de Brian McClair, el horror del último minuto en la quinta eliminatoria de la Copa de 1988: lo tiró tan por encima del larguero que por poco sale por encima del tejado del Fondo Norte. Sin embargo, conservo un cariño residual por el intento fallido de Nigel Clough, también en el último minuto, de un partido de Liga en 1990. Falló el lanzamiento, el árbitro ordenó que se repitiera y volvió a fallar.
6)Que un jugador contrario sea expulsado:"es decepcionante ver cómo reacciona el público", comentó Barry Davies durante un partido de cuartos de final de la Copa entre el Portsmouth y el Nottingham Forest, en 1992, cuando un jugador del Forest, Brian Laws, recibió la cartulina roja: los hinchas del Portsmouth se volvieron locos de alegría, y ¿qué podía esperar el comentarista? Para los hinchas, una expulsión siempre serà un momento mágico, aunque es crucial que no se produzca demasiado pronto. Una expulsión en el primer tiempo suele dar por resultado una victoria fácil y aburrida para el equipo que se queda con los once., o bien una reorganización defensiva impenetrable en el equipo que se queda con diez, y el partido pierde todo el encanto que pudiera tener. En cambio, las expulsiones en el segundo tiempo, sobre todo si el partido está igualado, son de lo más gratificante que se pueda imaginar. [...]
7)Algún tipo de incidente desgraciado (p.ej., una tontería, un absurdo, algo desagradable): aquí entramos en un resbaladizo terreno moral; es evidente que los jugadores tienen la responsabilidad de no provocar a un público que las más de las veces es altamente inflamable. [...] Los efectos secundarios (de una buena tangana en un partido aburrido) siempre son provechosos -los jugadores y el público se meten más a fondo en el partido, se espesa la trama, se acelera el pulso-. [...]

Vamos, la definición perfecta de aquellos Barça-At. Madrid de los que aún se habla de vez en cuando.
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